Entradas

Autobiografía - Segundo Momento

  El sábado pasado fui a lo de mi abuelo, que antes era lo de mis abuelos. Es una casa preciosa en el barrio de Mataderos, mi segundo hogar. Tiene un patiecito en la entrada y otro en el fondo, y por supuesto, la terraza. El living esta igual desde que soy chica. De hecho, toda la casa está igual desde que soy chica: los mismos acolchados en “nuestro” cuarto, las mismas fotos por toda la casa que se ven cada vez más lejanas, los mismos sillones. Lo único que no esta igual es mi abuela. Mi abuela no esta muerta. Tampoco diría que MI abuela esta viva. Hace más de dos años que la internamos en un “hogar para mayores”. La verdad es que no voy mucho a visitarla, no me resulta para nada fácil; su cara es otra y no emite sonido. En realidad, eso es mentira: se ríe. Mi abuela siempre se rio muchísimo. A carcajadas. Hasta no poder respirar. Pasábamos mucho tiempo juntas. Solía ir a buscarme al colegio y se quedaba hasta que mi papá volviese de trabajar. Iba todos los fines de semana a s...

Autobiografía - Primer Momento

             Me paré frente al cartel y sentí mi ilusión romperse en mil pedazos. "Prohibido el ingreso a menores de 8 años". Mire a mi mamá con los ojos llenos de lágrimas buscando una solución. Me devolvió una sonrisa. Habíamos caminado horas hasta llegar al faro y ahora yo no podía entrar. Sus escaleras empinadas y circulares, carentes de ventanas y con un aire concentrado y asfixiante, no eran aptas para una niña de cinco años. Mi papá y mi hermana subieron igual; me puso triste no poder acompañarlos y me sentí culpable de que mi mamá se perdiera de la excursión por mi culpa. "No te preocupes Cande. En tres años volvemos y subimos solo nosotras". Me puso contenta esa promesa, era todo lo que necesitaba escuchar. Me encantaba ir a La Paloma: la casa en la que nos quedábamos era preciosa, la gente era amable, las calles empedradas. La idea de volver resultaba esperanzadora y emocionante. Pero no volvimos y yo nunca me subí al faro con mi mamá. ...

Cuento de tensión

               Son cuatro las cuadras que separan al colegio de mi casa. Empecé a volverme sola hace poco así que voy atenta, no me gustaría que me roben y que mi papá crea que me tiene que acompañar. Hago el mismo recorrido todas las mañanas para ir y todas las tardes para volver, con la excepción de los viernes que freno a mitad de camino para comprarme un naranjú en el único lugar del barrio que se consiguen: “lo de Alicia”. Es viernes. Salgo del colegio y me despido de mis amigos. Veo que en el kiosco de en frente, el de Marcelo, ya se empiezan a aglomerar todos los que religiosamente al salir del colegio van a comprar algo. Camino hasta al esquina y paso por la parada del 92, le sonrió al chico del B que me gusta. Doblo hacia la izquierda y cruzo. De la mano de enfrente veo como salen las maestras del jardín. No me acuerdo el nombre y un árbol me lo tapa, pero sí leo la frase pintada en la pared rosa: ¨La vida está hecha de momentos co...

Autobiografía - Relación con la lectura

Aprendí a leer los cinco años. Me encantaba leer: todas las noches me leían antes de irme a dormir y me entusiasmaba ahora poder hacerlo yo misma. En mi infancia temprana los libros que más me leían eran los de “Valeria Varita”, un hada y sus inseparables amigas (también hadas) que viven divertidas aventuras llenas de magia . Los libros estaban llenos de ilustraciones preciosas que me llenaban de ilusión a mi corta edad. A mis siete años leí mis primeras novelas: los libros de “Caídos del Mapa” de María Inés Falconi. Leí lo más rápido que pudo todos los que había y esperé ansiosa a que se publiquen los que faltaban. Tenía los de la editorial Quipu, cuyos libros leí compulsivamente por al menos dos años. Me gustaban particularmente los de terror. A esa edad no había visto ni leído historias de ese género: mi única aproximación a él habían sido las historias que contaban mis primos más grandes en las noches de reuniones que se suponía que nosotros los chiquitos no debíamos que escuchar ...

Autobiografía - Relación con la escritura

A los tres o cuatro años aprendí a dibujar las letras de mi nombre y a los cinco me enseñaron a escribir. Primero en lápiz, después en lapicera azul con tinta borrable y más adelante con birome negra. Primero en cursiva y después en imprenta. Apenas supe cómo, comencé a escribir en un diario. Plasmaba mi cotidianidad. Anotaba mis secretos, las cosas que me enojaban, las que me encantaban, mis risas y peleas con mis amigas, los chicos que nos gustaban. En algún momento deje de hacerlo. Cuando entré en la adolescencia y mis angustias y miedos se sentían únicos e inmensos volví a escribir. Esta vez mas triste, anotaba mis malestares, mis pesares, mis incertidumbres. Lo hacía y lo abandonaba por periodos. Desde el año pasado que escribo a diario. Llevo cuaderno y lapicera a todos lados. Ideas, recuerdos, alegrías y tristezas, preguntas, observaciones, incertidumbres y reflexiones.

Respuesta de Belle Gunness a Don King

  Don King, Me encuentro profundamente ofendida por su carta. ¿Qué clase de persona cree que soy? Yo nunca sería capaz de participar en actividades ilícitas como las que me está proponiendo. De todas maneras, aunque me interesara su proyecto, no sería tan crédula de hacer un trato de este tipo con usted, pues estoy al tanto que le ha quitado dinero a algunos de los hombres que usted representa (como a Muhammad Ali, Mike Tayson, Wilfredo Gomez, Roberto Duran y más) y yo jamás me arriesgaría a que me roben, y me parece poco ético de su parte apropiarse de bienes que no le pertenecen. Además, es como usted dijo: no me entrometo en asuntos que puedan exponerme, pero sobre todo no me entrometo en asuntos que no me corresponden. Siempre es mejor que cada uno se ocupe de lo suyo. Cada carancho en su rancho. Le aseguro que no tiene que preocuparse por mí, no diré nada de estas cartas, pero le pido que no vuela a comunicarse conmigo. Saludos, Belle Gunness  

Carta de Belle Gunnes a Adolf Hitler

Estimado Adolf Hitler: Mi nombre es Belle Gunness. Me tomo el atrevimiento de escribirle ya que la semana pasada publiqué en algunos diarios un anuncio (le dejo el recorte de este anuncio al final de mi carta para refrescarle la memoria) informando que estoy en busca de un pretendiente, pero usted no lo respondió, y francamente estoy muy interesada. Se que es un hombre muy ocupado y que capaz no ha leído el diario en las últimas semanas, pero si pudiese responderme esta carta me sentiría profundamente agradecida y afortunada. Me gustaría contarle un poco de mí, sé que estará interesado. Nací en Noruega, en una familia numerosa, siendo la menor de ocho hermanos. Me mudé a los Estados Unidos de América a mis veintidós años, donde conocí al hombre que fue mi esposo. Lamentablemente, él falleció en un trágico accidente hace ya cinco años y desde entonces me ocupo de la granja que teníamos juntos y de nuestros tres hijos, dos niñas y un niño. Aunque soy fuerte e independiente, todas est...