Autobiografía - Segundo Momento
El
sábado pasado fui a lo de mi abuelo, que antes era lo de mis abuelos. Es una
casa preciosa en el barrio de Mataderos, mi segundo hogar. Tiene un patiecito
en la entrada y otro en el fondo, y por supuesto, la terraza. El living esta
igual desde que soy chica. De hecho, toda la casa está igual desde que soy
chica: los mismos acolchados en “nuestro” cuarto, las mismas fotos por toda la
casa que se ven cada vez más lejanas, los mismos sillones. Lo único que no esta
igual es mi abuela.
Mi
abuela no esta muerta. Tampoco diría que MI abuela esta viva. Hace más de dos años
que la internamos en un “hogar para mayores”. La verdad es que no voy mucho a
visitarla, no me resulta para nada fácil; su cara es otra y no emite sonido. En
realidad, eso es mentira: se ríe. Mi abuela siempre se rio muchísimo. A
carcajadas. Hasta no poder respirar.
Pasábamos
mucho tiempo juntas. Solía ir a buscarme al colegio y se quedaba hasta que mi papá
volviese de trabajar. Iba todos los fines de semana a su casa, a veces a
dormir. Yo la hacía reír mucho (que igual reconozco, no era una tarea difícil)
y ella a mí también. Me contaba una y otra vez las mismas anécdotas y nos divertíamos
como si fuese la primera vez.
Con
mis primos solíamos debatir quien era el nieto favorito. Todos sabemos que de
mi abuelo es mi hermana, fue la primera y tiene un lugar especial. Claro que él
no lo admite, pero para nada lo niega: suele responder con una sonrisa y un
silencio otorgador que deja las cosas bastante claras. La verdadera pregunta
resultaba en torno a quien era el nieto favorito de mi abuela. Todos
argumentábamos cosas distintas, hasta que mi abuelo intervino: “No”, nos dijo,
“la favorita de Susana es Candela, le decía a los médicos que tenía una
devoción por ella”. Un poco me dieron ganas de llorar, ella también era mi
favorita. No me acuerdo muchas cosas de mi infancia, la gran parte de mis
recuerdos son difusos o inexistentes, pero se que con ella siempre fueron
felices y sinceros.
No
sé bien donde está MI abuela, pero sé que esta porque todavía la encuentro en
mi abuelo, que se que siempre la amará más que a nadie, en los rincones de su
casa que se mantienen intactos, a veces en sus ojos, que se esfuerzan en
reconocerme y se sorprenden, devolviéndome una sonrisa que no le devuelve a
todos, y sobre todo en su risa, que, aunque ahora un poco más confusa, todavía
logra llenarme de una calidez profunda y de un amor que solo hallo en mis
recuerdos.
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